Quien hace esta afirmación es Dolça Valero, educadora social y psicopedagoga, coordinadora del restaurante de la escuela de cocina Cruïlla al Punt, un proyecto que abrió puertas hace un año en la zona norte de Nou Barris. En el comedor, a la vez que ofrecen cocina mediterránea a las personas que viven y trabajan en la zona, adquieren práctica laboral cincuenta jóvenes «con mochilas muy pesadas de fracaso escolar, de situaciones familiares graves, de pobreza extrema y otras dificultades añadidas , pero que quieren hacer algo valioso con sus vidas «.

Según datos municipales, el distrito de Nou Barris y muy especialmente la zona norte (Torre Baró, Vallbona y Ciutat Meridiana), tienen históricamente la renta familiar más baja de la ciudad y el paro entre los jóvenes de 16 a 29 años es un 60% superior a la media.

Dolça está vinculada a Nou Barris desde hace 20 años, como vecina y como trabajadora de diferentes proyectos sociales, primero en la Fundació Pare Manel y más tarde en la Plataforma de Educación Social Cruïlla.

Asegura que, aunque han mejorado algunas cosas, el barrio donde se ubica la escuela sigue siendo una zona olvidada de la ciudad que «sólo sale en las noticias por situaciones desagradables, como los desahucios», y por ello, «un proyecto como este agranda el barrio. Y lo digo como vecina, no como educadora «.

La escuela restaurante es el resultado de la experiencia acumulada durante años por los diferentes proyectos de formación e inserción laboral para jóvenes desarrollados por la Plataforma de Educación Social Cruïlla – Salesians Sant Jordi, que es la entidad que impulsa este proyecto junto con la Fundació Jovent.

Explica Dolça que los proyectos formativos en diferentes profesiones que llevan desarrollando desde hace años no acababan de alcanzar el objetivo final de la inserción para que, una vez acabada la parte educativa, «los jóvenes llegaban al mundo laboral y no encontraban gente que apostara por ellos «.

Con la experiencia de todos estos años y aprovechando la especialización que habían adquirido el último lustro en el ramo de la hostelería, propusieron crear una pequeña empresa en la que los jóvenes pudieran practicar y adquirir una experiencia laboral importante para su currículum.

D’altra banda, el projecte inclou una visió comunitària: “Que veïns i entitats puguin fer ús d’aquest espai com un equipament més, al seu abast”. De fet, aquesta és una zona amb carències en restauració i el local, segons la Dolça, permet que les famílies que vulguin sortir a menjar un cap de setmana no hagin d’agafar el metro o el cotxe per “anar a Barcelona”, com moltes persones continuen dient.

Por otra parte, el proyecto incluye una visión comunitaria: «Que vecinos y entidades puedan hacer uso de este espacio como un equipamiento más, a su alcance». De hecho, esta es una zona con carencias en restauración y el local, según Dolça, permite que las familias que quieran salir a comer un fin de semana no tengan que coger el metro o el coche para «ir a Barcelona», como muchas personas siguen diciendo.

El local es acogedor, cómodo, funcional, elegante y moderno. Dulce explica que al principio «había personas que no acababan de creer que este era un local para la gente, y preguntaban si podían pasar».

La dificultad inicial más grande del proyecto consistió precisamente en conseguir un local adecuado. Y el problema quedó resuelto después de dos o tres años de negociaciones con el Ayuntamiento, que «acogió muy bien la propuesta y apostó por ella», ofreciéndoles en calidad de cesión uno de los nuevos locales del entorno de la plaça dels Eucaliptus, justo a la salida del metro de Torre Baró-Vallbona.

Este año son 54 los jóvenes, de procedencias muy diferentes, que han realizado prácticas en el restaurante. Los 30 que participan en el Plan de Formación e Inserción en hostelería haciendo clases en el centro Cruïlla de octubre a abril y 24 chicos y chicas que participan en los cursos que se organizan en verano, de mayo a septiembre (en agosto se cierra). Además, hay cuatro alumnos con contrato laboral los fines de semana.

Todos ellos acompañados por dos profesionales de la hostelería, uno en la sala y el otro en la cocina, seleccionados «por su sensibilidad hacia el mundo educativo y hacia el perfil de jóvenes con los que trabajamos». «Con su ayuda, los educadores hemos podido aprender a gestionar el restaurante y ellos han aprendido a ser un poco educadores».

Arraigada en los barrios, a los que ama profundamente, Dolça defiende las políticas sociales que se están desarrollando en la zona, especialmente desde hace cuatro años: «por ejemplo, el Plan de Barrios, una iniciativa espectacular». En este sentido, a la nueva administración surgida de las recientes elecciones municipales le pide que continúe con estas políticas: «nos da miedo que no sea así».

Publicación original en la web de la Federació d’Associacions de Veïnes i Veïns de Barcelona:
http://www.favb.cat/articlescarrer/%E2%80%9Csi-algun-dia-donem-m%C3%A9s-valor-al-restaurant-com-negoci-que-als-joves-ens-equivocar%C3%ADem

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